I
heard there was
a
secret chord.
Leonard
Cohen.
Escuché una vez
que de joven solía poder
escribir
sobre todo lo que me
importa en esta vida,
como los amigos o la
muerte;
que de joven era alto y
nunca tuve los ojos verdes
y que siempre me he
mentido
sobre ello
porque mis ojos eran
demasiado bonitos
para ser sólo marrones;
que de joven creía en
escribir poesía hasta las cuatro
en ciudades llenas de
castillos y montañas,
asediadas por el mar,
rodeadas de acantilados
hechos de piedra negra y
que cantaban
con la voz de Jeff
Buckley.
Escuché que el amor no
es un himno triunfal
ni lo que siempre he
vivido,
que el amor era como el
aire que queda
entre la piel de tu pecho
y las
manos
de agua
sobre la espalda
en la ducha,
era una voz que no era
valiente
ni triunfal ni eterna
sino hermosa como sólo
las voces
muertas
pueden serlo.
Escuché una vez
que pensaba que podría
ser
feliz
algún día o alguna
noche
antes de morir,
y ahora sólo quiero que
se acaben los lavados de manos interminables
y la guerra de tierra en
mi cansancio
y los días sin escribir,
sólo quiero escuchar esa
canción
que cantaba
cuando era joven,
que sonaba como un fuego
de madera
sin cristal y sin césped,
como el fuego de mis ojos
marrones.
Escuché una vez que
sonreía
pensando que sabía que
mañana sería igual,
y nunca vi venir el peso
de las mañanas,
y que no hay igualdad sin
libertad ni poesía
sin noche,
ni meses que no existen
sin dormir demasiado.
Escuché una vez que
pensaba
que todas las veces
que me levantaba y abría
la ventana
merecían la pena,
que alguna vez
encontraría una mujer que supiera
que cuando Buckley
cantaba que su belleza bajo la luz
de
la
luna
me sobrepasaba,
se lo cantaba a ella.
Escuché una vez una
grabación de mí
con mis ojos verdes y mi
pelo eterno y la luz
de cuando la luz la
comprendíamos y la voz
de cuando creía que
podría morir de viejo,
enamorado de alguien como
el mar,
el mar que conocería
tanto
que podría plantar
árboles en cada esquina y saber
cada bar
de cada puesta de sol
antes de parar de cantar
sobre la cubierta llena de agua
salada y de alcohol.
Todas las cosas que
escuché
las recuerdo ahora
mientras escucho todas
las cosas
que debí escuchar:
que ya he estado aquí
antes,
que el amor es un aleluya
frío y roto,
que a veces vivir es sólo
mejor
durante seis minutos y
treintaicuatro,
que a veces vivir es sólo
saber que no tienes los
ojos verdes
y que vas a volver a
lavarte las manos cuando acabes el poema,
que vas a volver a abrir
la ventana mañana,
que vas a volver a pensar
que ella existe y que
una vez fuiste joven
y de ojos verdes.
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