Amigos que no parecen estremecerse cuando mueren
son mi único desayuno en cada día que me muero.
Ellos y mi trapo de alquitrán
desafían a los hombres y a las piedras
para hacerse un hueco en mis dedos.
Ropas que jamás criticaré se afanan en
alcanzar mi ventana
y no dejamos de pensar nosotros,
nosotros lana que creemos,
que la ropa caerá y los ojos se abrirán.
Pero ya es de noche hace tiempo y los hombres
ya andan desnudos porque sus casas arden
con sus mujeres dentro.
Pero ya es de noche dentro de la noche hace tiempo y
los hombres andan desnudos en sus cuerpos caminando
por un beso.
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