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domingo, 22 de febrero de 2015

Me encanta saber que moriré.

Me encanta saber que moriré.
Saber que un día seré viejo y tranquilo y mis pies seguirán siendo planos
y no haré ruido al andar sobre el suelo
y mis manos estarán cubiertas de todas las cosas que la vida nos echa encima.
Me encanta saber que moriré porque sé
que morir es el final de todo,
y así puedo sonreír cuando sonrío y besar cuando beso,
sabiendo que esa sonrisa
y ese beso
(si es que
hay dos palabras para ese mismo
acto)
son tiempo de mi vida que no volverá
y que estoy invirtiendo
en estar vivo.
Me encanta saber que moriré porque sé
que quedará algún recuerdo de mí
(tan expansivo, recuerdas, tan expansivo,
decías,
tan expansivo y tan pesado y tan tú siempre,
tan tú, qué otra cosa decir),
algún recuerdo de mí,
alguien recordará que yo le enseñé alguna canción,
o alguien recordará que me vio cantar en algún sitio,
o alguien leerá algo que escribí,
o alguien se acordará de cómo solía reírme yo solo
con los chistes malos que ni siquiera
podía terminar de contar,
cómo me gustaba bailar moviendo los pies raro,
cómo me dolía siempre la espalda,
cómo preguntaba siempre en clase,
alguien recordará que me gustaba cantar todo el día
y no me gustaba el café
y entonces igual sonreirán o no harán nada
y seguirán como hasta entonces sabiendo que a lo mejor
ya no estoy,
pero sabiendo
que fui.
Me encanta saber que moriré
porque sé
que no voy a conseguir mucho en esta vida,
no seré rico ni mejoraré el mundo,
y no creo que sepa vivir siquiera;
pero me encantará morir porque
mejor que estar vivo
es estar vivo en las cosas que ofreciste.

jueves, 12 de febrero de 2015

Si soy mala persona.

Si soy mala persona se me llevará el aire
y no podré entender la piel caliente sin las mantas.
Si soy mala persona me detendré en una calle a pegarme
un tiro en la frente
para que todos comprendan que no quiero vivir
sin ti.
Si soy mala persona pasearé por los bosques de los que siempre hablo,
me sentaré a mirar el mar en una playa cualquiera,
desearé no haber nacido frente a los edificios de la ciudad que siempre
idolatré.
Si soy mala persona nunca entenderé la ternura
de la nana de Brahms ni el cierre automático
de los coches,
tendré frío y hambre y dinero en el bolsillo
y trescientos amigos y el aire de la mañana.
Si soy mala persona mi deprivación de sueño me dejará tranquilo
y escribiré algo bueno
y podré dejar este mundo
sabiendo que quizás
la poesía me salvó,
a
fin
de
cuentas.