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domingo, 6 de marzo de 2011

A una.

El otro día conocí a una con la mirada de los hombres
y un pelo para poder dormirme;
unas piernas de las que hubiera visto si creyera en la tierra
y unos ojos que a veces me dejaban solo.
El otro día conocí a una, como a muchas,
que decía cosas más grandes de lo que podía imaginar.
Que hablaba de la guerra y de los años y de la justicia,
y me hacía sonreír si podía.
El otro día conocí a una que duró una noche y medio día,
y tenía una boca parecida al mar de noche
y unas manos que nunca he tocado.

martes, 1 de marzo de 2011

Parálisis.

Pinturas blancas en sobres
de canela;
yo, sin embargo, soy lento en la idea,
beso cantado y de espumas aéreas,
un ligero arrebato detrás de cortinas.
Mis manos temblaban otro mundo
anterior. Ahora
no tiemblo al arrancarme
manojos de mano;
tirando lonas detrás
de las sillas.
Rompiendo pantallas
con las tijeras de noche;
ansiando el vacío y la saliva
de ayer.

Ni idea.

Inmóvil en la casa de todos los que odia.
Ausente de una vida a la que aún recuerda.
Calla, hijo de puta, no dejes que se acuerden.
Intenta silenciarlos con tu ecuación y tus pinturas.
Calla, hijo de puta, no dejes de chillar.
Intenta que hablen para que puedas oírlos.
Intenta que silben para volver a ser humano.
Intenta recuperar lo que siempre has perdido.
Inmóvil en tu casa, donde todos te odian.
Vuelve a silbar, que no te han oído.
Intenta explicarles que aún no has silbado.
Cuánto podrás aguantar, no lo entiendo.
Si crees que te oyen, estás en lo cierto.

Sí, es para el Che.

Para el monte eras un hijo.
Para la tierra, un hermano.
Fuiste el pariente de todos cuantos pudiste.
Para el monte, un padre.
Para la tierra, un árbol.
Tu nicotina era savia.
Savia para el monte y para la tierra.
En cada paso polvoriento sobre lugares sin nombre dejaste claro que eras el más grande de los dioses.
Convertiste tu cultura en una idea. Una idea loca y tan valiente,
tan digna]
tan abierta a las ventanas de los ojos de los hombres,
que moriste solo.
Los libros aún te esperan en casa. Todos te esperamos en casa.
Y tú te has ido. No has vuelto. Has abandonado un mundo lamentable y traicionero. Un mundo del que reniegas.
Un mundo que intentaste cambiar.
Acumulaste tierra sobre tus poros, para ser más monte.
Renunciaste a la vida por morir siendo libre.
El sol sigue saliendo allí, donde caíste, ¿te acuerdas?
Los hombres se siguen matando y mintiendo y nadie se acuerda de ti con cariño, allí, donde caíste.
Pero en una biblioteca sola,
donde se reúnen cada tres tardes
borrachos con problemas, sordos sin sentido,
desatendidos sociales sin ganas de seguir viviendo,
allí, tu foto
preside la sala.
El sol sigue saliendo allí, donde caíste, ¿te acuerdas?
Donde caíste por una tierra que jamás te quiso.
Para el monte fuiste un cáncer.
Para la tierra, un suplicio.
El cáncer y el suplicio de la bondad más absoluta.
El cáncer y el suplicio de que sólo tú eras así.
El aire temblaba de miedo ante tu asma.
Tus pulmones, demolidos por la marcha y por el hambre.
Por la tierra y por el monte, por el monte y por la tierra.
El sol sigue iluminando a los que no te merecen.
Dime, ¿qué mas da?
No te dará ya calor, a ti.
A ti, no.
Al monte, sí.
A la tierra, todo.
Pero el monte y la tierra están condenados a la tortura eterna
de guiar los pasos de los seres indignos.
De no guiar más los pasos macilentos de los héroes caídos.
Los héroes caídos por el monte y por la tierra.

Alcohol (y fin).

Detrás de la copa se esconde la copa.
Descuida del alcohol su paciencia angustiante.
Carece de sentido en cada paso que des.
Renuncia de tu alcohol a los borrachos sin clase.
Palidece a la luz de tu propia enseñanza.
Emborracha tu fe con el alcohol de los otros.
Cae bajo el suelo de la sala de comunes.
Renuncia de tu alcohol a los borrachos caídos.
Enseña a tu nombre a dejarse saber.
Y pide otra copa bajo el sonido de un principio.

Dios.

Si crees en Dios replantéate tu creencia.
Mira el cadáver.
Si crees en Dios adoleces de arcos,
de historia,
una enfermedad de incienso.
Si crees en Dios replantéate tu creencia.
El señor capaz de tierras
sin alma.
Una bolsa rellena de cosas
vacías.
Si crees en Dios, entonces.
Si crees en Dios.
Si crees en.
Si crees.
Si.

Locura promovida por Locura.

Curvas enterradas.
Color, color, siete anómalos.
Grietas y lípidos orgánicos.
Medio poema.
El gris que sube en su cubierta
de azul;
admira su color.
Rectas al descubierto.
El sol se esconde y lo ves.
El poema y tres cuartos.
Naranja de hierro.
El intenso pasar de la mano callosa.
Poder, saber.
Saber a televisión.
Intensas noches de
intensos]
colores.
Color y de risas.
Color y de risas, risas,
risas.
Seis anomalías y negro.
Color, color.
Todo encerrado y saludas al sol.

Hazañas.

Genocidio: intenso:
cansado y amargo.
Sol: hazañas:
intolerable y estéril.
Mensaje: absurdo:
el orden y respuesta.
El chiste: la sangre:
no sirve de nada y dura
tanto]
que parece durar.
El chiste: el mensaje:
sentarse a esperar y cambiar
la igualdad.
Las risas: silencio:
el público que queda
después de reírse.

Ni palabra.

Lingotes de insistencia, como bajíos llenos de humo.
Lingotes. Pez. Muerto como una ola llena.
Invisible. Sed.
Cansado de insistir. El horizonte.

Por fin.

Los insectos yacen bajo almohadas; tú me intentas insultar con caricias sin ideas.
Caes bajo el fruto de insensibles; besa, besa y no me rompas.
La película será aburrida; la caricia del guión de la caricia;
los sillones no serán de lana, y abandonarás tu intención por mi cortante labio.
Hurtarás al policía retirado, y dejarás que me amodorre entre mis ojos.
En un momento cualquiera te cortarás por oros.
Los oros cortarán sin ser amables;
y tú sonreías bajo las capas de papeles;
mis labios te han hecho olvidar a los grillos.
Limpiaremos de injusticia tres locales:
la jurisdicción de mi chaleco no sobrepasa,
más allá,
de un posible suicidio.
Y podrás contemplar como antes.
Sentarte a mirar la película apagada.
Pagaremos en dinero;
nos darán falso arte.
Iluminaste mi camino a la taquilla,
y ahora te escribo cuatro líneas;
egoísta, besa, besa y no me amputes
ni mi brazo ni
la pierna derecha.
Obedeceremos juntos al acomodador de este cine polvoriento;
pero será una obediencia judía.
No creeremos que besarnos no es correcto;
no callaré por pensar en el diálogo.
Oros fueron antes, estos sillones: oros del carbón más
limpio.]
Ahora ni tú ni yo somos sensibles.
Ahora, ni tú ni yo podemos ver.
Oíremos el diálogo apagado por tu pelo;
dejaré que mi crítica se conduzca cuesta abajo,
por tu insulto más sentido,
por un momento de ser yo.
Por el pecho más ancho pasearás un breve instante:
que se cierren las persianas y ya no podré ver.
Por el cartel más sucio fuiste verdadera cineasta:
ahora, egoísta, besa, besa, y no me insultes.
El baño romperá nuestro momento;
luego la sucia cerámica podrá incluso vernos
sonreir sin ganas.
El insecto que olvidaste aún vive, entre fresales y espigas.
Un fresal comido por el insecto.
Una espiga rota por la pantalla.
Olvidaste pasear tu dignidad por la sala de mi número.
No te olvides, proferiste. No te olvides de acordarme.
Y con un verbo mal conjugado has impreso cincuenta y cuatro guiones;
uno a la inversa y un árbol que se ríe.
Nunca has paseado por el campo; hemos roto la concordia y ahora el césped chilla de dolor. No creas,
ilusa,
que mis labios no son ciertos.
Por cuanto hemos pasado ya creo en un futuro.
Ahora, hoy, parece lejos dibujarte.
No creo,sin embargo, en un montón de poliestireno.
Madera, es más, vidrio enfermo.
Incluso puede ser que borre lejos y no vea.
Así me ahorraré separar,
al impulso de un tirano,
un labio cerrado de tu alma
abierta.

Los dos.

Limpiaré con mi nombre tus imposibles lentejuelas.
Seré siempre el mismo idiota que parece un policía.
Conseguiste rodear la pared demolida por trabajo:
la del fondo, la sinpuerta, la que crece por encima.
La que crece por encima del cartón y el estucado.
Seré siempre el botón que se balancea en la mesa de una
imbécil.
Limpiaré con mis manos tus verídicas ideas.
Y seremos, ambos dos, como siempre fuimos nunca:
una especie moribunda de intelectuales malhallados.

Homenaje a Page y a Bonham, a una época.

Empieza el solo de guitarra, y me entra agua en el oído. Me doy la vuelta y veo sólo negro, negro, la incesante luz de las cuerdas de la guitarra y de los dedos de Jimmy Page, y una mosca muerta que flota en el agua de la piscina como colocada de alguna sustancia barata. Como colocados estamos todos para que el único momento de trascendencia en mucho tiempo se dé en una piscina de noche, escuchando Stairway to Heaven y pensando que el mundo sería un lugar mucho mejor si esas estrellas fueran reales y Led Zeppelin siguieran tocando.

Escupo en vosotros.

Caminaste despacio por encima de los demás, y decidiste que escribir es aburrido. Así, te partiste un tobillo a pedradas y te arrastraste con los demás, a vivir una vida enamorado de una mujer apática y con una sonrisa preciosa. Decidiste saber a qué sabía una vida, y empezaste a comprarla en packs de a doce, porque te gustó lo que probaste.

Te gustó que fuera fea por las mañanas y dulce por las noches. Como esto está quedando muy normal, vamos a empezar a hacer de este texto algo literariamente cuanto menos, decente. Allá vamos.
Te gustó que ella fuera lo que tú querías que fuera, y que no lo fuera nunca. Ella nunca comprendió que a ti el monte te suponía la libertad de la defensa de la gente y de lo verdadero, pero tú le perdonaste que no creyera en el Che, porque ella te hacía creer en ti. Le perdonaste que no venerara el asma y los fusiles, porque ella te enseñaba a asumir que el Barça perdiera y a contenerte para que no mataras a otros escritores.
Un día subías al cielo y mirabas y veías el mar y el coral y la montaña y todos los peces felices en su insulsa existencia y los restos de petróleo y los incendios y los bolis tirados en la acera y las películas malas que te encantaba ver con ella y la echabas de menos y bajabas.
Luego la veías, y entonces te acordabas de por qué habías subido. Porque ella no quería cambiar el mundo. Un mundo podrido en el que el cielo y la tierra no eran lo mismo. Un mundo lleno de gilipolleces y de trozos de cartón, de autobuses de horas y media llenos de gente hastiada que no sabía qué hacer con gente moribunda aporreando las ventanas.
Decidiste hacer lo correcto.
Te subiste a una nube y le chillaste al mundo lo que pensabas. Que estaba todo mal. Que tú eras un cerdo y él un hijo de puta, que todos pensábamos y escribíamos mucho y nadie cultivaba arroz. Destrozaste puñados de aire con los dedos y le susurraste a los talones millonarios que flotan entre las nubes que eso daba igual, que lo interesante era reírse y llorar y que algún día, nadie recordaría lo caras que eran sus sillas del salón.
Te pegaron un tiro porque te gustaba ser libre, y te dejaron morir encima de la nube que habías elegido porque fue dónde la besaste antes de conocerla, porque fue donde supiste que la amabas, porque fue
donde decidiste
morir por su mundo.]

Dos.

Son dos, con sus vidas,
su dinero,
sus mañanas.
Son dos, con sus mujeres
y sus ideas
y sus maldades
y sus sublimes
noches de
primavera.
Son dos, estos idiotas,
los que
nos separan
en esta mesa larga y sucia en la que estamos
hoy
dormidos.
Son dos, estos idiotas,
uno de ellos amigo mío.
Son dos, y parecen
todos los fascistas del país.
Son dos, y aún veo tu pelo,
tras los idiotas,
los fascistas, los que no tienen la
culpa (de que,
sólo dos
más allá,
ni te fijes en mí).

Creo.

Castigo es una palabra horrible para definir un beso.