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sábado, 28 de marzo de 2015

Clapton y los 90.

Conducimos paralelos al sol, y en la radio
suena Clapton.
Ni siquiera él
tiene las manos tan lentas
como el sol.
Tú dices que la luz es difusa
y es verdad que parece
una especie de papel de cromatografía
como si la tierra fuese ácida y el cielo
básico,
y el horizonte no fuese amarillo y verde sino que fuese
azul reacción.
En un momento giramos y ya no vamos paralelos
al amanecer,
pero tampoco importa,
Clapton tampoco suena ya
y él
nos anclaba
a la ciudad de detrás.
A mí se me están cerrando los ojos mientras conduzco
y los edificios se están empezando a juntar en una especie de pared inmensa
y la autopista sube como si fuese una montaña
y nadie nos espera al final porque a nosotros
quién nos va a esperar.
La situación parece
una película americana
de los 90,
donde los créditos empiezan a pasar sobre mis manos rojas al volante.
Somos Bonnie & Clyde y Thelma & Louise y tú y yo,
y no hay precipicio ni policía ni bancos que robar pero tenemos
un día entero delante
para dormir
y pensar en por qué
estamos tan poco cansados
de vivir.
Tú te empeñas en escribir Vida con
mayúscula
y dices que no es lo mismo que la vida,
y yo me acuerdo de un poema de Koch,
y mis manos están rojas como el cielo
y tengo los ojos secos y el pecho amplio de pensar.
Clapton ya no suena
pero si una vez sonó
es suficiente,
porque la Vida se escribe con mayúscula,
voy a creerte,
y hasta hace unos minutos hemos sido
paralelos al amanecer.

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