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martes, 27 de junio de 2017

El opuesto de la muerte no es la vida


El opuesto de la muerte no es la vida, es el sexo.
Morir se parece mucho más a estar vivo que a follar:
los silencios, el tiempo
sólo porque sí, la sal,
el vacío y el calor, la oscuridad
y el esperar sin estar ahí;
la ropa colgada o doblada en un armario,
el teléfono que ya no suena,
la sed, la tierra débil.
Estar vivo o no estarlo en realidad son detalles;
follar es distinto.
La botella de agua junto a la cama que se va vaciando,
el ruido raro y agradable del colchón,
el sudor del muslo,
la espalda que se destroza por no saber qué más hacer,
el mordisco, la nieve, el árbol húmedo,
la sal otra vez, siempre hay sal,
el flujo vaginal y la risa incontrolable
y el semen transparente y volver a existir
y dejar de estar solo de golpe
y de golpe volver a estarlo;
encender la luz, apagarla con el pie,
cambiar de canción, caminar descalzo,
los golpes en la pared  y la ducha caliente:
nada de todo eso es callado ni inmóvil,
nada de todo eso dura para siempre,
nada de todo eso se lleva consigo
las fotos ni los libros ni el dormir con sueño,
nada de todo eso
da igual.

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