Nº visitas

martes, 26 de septiembre de 2017

Casis

Tengo la vida llena
de cosas que casi fueron:
casi fui pianista,
casi tuve los ojos verdes,
casi me muero con dos meses.
Y, de todos los casis
que me duelen,
los peores son
las personas.
Casi me enamoro de ti,
con tus manos grandes y tus ojos pequeños,
y quizás hubiéramos olido a barniz y a libros
el resto de nuestra vida.
Casi me doy cuenta de que estaba enamorado a tiempo,
con tu ternura casi de cuento infantil,
tu acento marcado y tu forma de indignarte,
y quizás me hubieras dado las pastillas
y yo te hubiera guiado por el pasillo de casa
a plena luz del día.
Casi tenemos un futuro juntos,
casi coincidimos en querernos a la vez
con esa anarquía tan nuestra,
y a lo mejor lo nuestro hubieran sido canciones como jamás se han cantado
y una voz que nuestros nietos hubieran oído de viejos;
contigo quizás hubiéramos visto nacer fantasmas
y las flores me hubieran hecho reír aunque no estuvieras.
Contigo casi, casi fui feliz para siempre,
casi dejo de pensar en mí y en todo lo que temo,
y a lo mejor la nieve nunca nos hubiera herido del todo.
Contigo casi pudimos ser algo,
nunca sabremos qué,
algo a lo mejor hecho de letras y ciudades de árboles grises
o de entendernos tanto
sin besarnos casi nunca.
Contigo casi descubro cómo ser adulto,
con tu frente demasiado grande y tus pies mitológicos,
tus bosques de monstruos y tu mal humor de ojos tiernos.
Y además, contigos
con los que casi fuimos:
contigos de pantalones anchos y acentos del sur,
contigos de sonrisa dulce,
contigos de montañas verdes llenas de piedra
y contigos que me duelen pero no sé por qué.
Casi fui feliz con tantos casis
que a veces me pesa pensar en todos:
en todos los yos que podría haber sido y todos los nosotros
que me perdí.
Casi fui feliz tantas veces,
tantas veces nadé sin miedo y sin frío,
que a veces casi siento
que sé cómo decir
lo vivo que estoy
por haber casi sido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario