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martes, 1 de marzo de 2011

Por fin.

Los insectos yacen bajo almohadas; tú me intentas insultar con caricias sin ideas.
Caes bajo el fruto de insensibles; besa, besa y no me rompas.
La película será aburrida; la caricia del guión de la caricia;
los sillones no serán de lana, y abandonarás tu intención por mi cortante labio.
Hurtarás al policía retirado, y dejarás que me amodorre entre mis ojos.
En un momento cualquiera te cortarás por oros.
Los oros cortarán sin ser amables;
y tú sonreías bajo las capas de papeles;
mis labios te han hecho olvidar a los grillos.
Limpiaremos de injusticia tres locales:
la jurisdicción de mi chaleco no sobrepasa,
más allá,
de un posible suicidio.
Y podrás contemplar como antes.
Sentarte a mirar la película apagada.
Pagaremos en dinero;
nos darán falso arte.
Iluminaste mi camino a la taquilla,
y ahora te escribo cuatro líneas;
egoísta, besa, besa y no me amputes
ni mi brazo ni
la pierna derecha.
Obedeceremos juntos al acomodador de este cine polvoriento;
pero será una obediencia judía.
No creeremos que besarnos no es correcto;
no callaré por pensar en el diálogo.
Oros fueron antes, estos sillones: oros del carbón más
limpio.]
Ahora ni tú ni yo somos sensibles.
Ahora, ni tú ni yo podemos ver.
Oíremos el diálogo apagado por tu pelo;
dejaré que mi crítica se conduzca cuesta abajo,
por tu insulto más sentido,
por un momento de ser yo.
Por el pecho más ancho pasearás un breve instante:
que se cierren las persianas y ya no podré ver.
Por el cartel más sucio fuiste verdadera cineasta:
ahora, egoísta, besa, besa, y no me insultes.
El baño romperá nuestro momento;
luego la sucia cerámica podrá incluso vernos
sonreir sin ganas.
El insecto que olvidaste aún vive, entre fresales y espigas.
Un fresal comido por el insecto.
Una espiga rota por la pantalla.
Olvidaste pasear tu dignidad por la sala de mi número.
No te olvides, proferiste. No te olvides de acordarme.
Y con un verbo mal conjugado has impreso cincuenta y cuatro guiones;
uno a la inversa y un árbol que se ríe.
Nunca has paseado por el campo; hemos roto la concordia y ahora el césped chilla de dolor. No creas,
ilusa,
que mis labios no son ciertos.
Por cuanto hemos pasado ya creo en un futuro.
Ahora, hoy, parece lejos dibujarte.
No creo,sin embargo, en un montón de poliestireno.
Madera, es más, vidrio enfermo.
Incluso puede ser que borre lejos y no vea.
Así me ahorraré separar,
al impulso de un tirano,
un labio cerrado de tu alma
abierta.

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