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martes, 25 de enero de 2011

Droga.

Y las paredes temblaron como cientos de expertas manos lentas.
Temblaron imaginativamente, antes aquí y después allí, antes de derrumbarse en una lenta reverencia.
Una lenta reverencia con nosotros debajo.
Capítulo 1. Pastillas que las personas boca abajo usan para colocarse.
Son de color amarillo, pequeñas, con letras dibujadas como lluvia en nuestra piel.
Son de color amarillo, como nuestra piel bajo la lluvia.
Las venden en todas partes donde se suele vender droga,
En algunos soportales,
En ciertas comisarías.
Las venden personas como tú y como yo,
Personas que no piensan en mañana,
Y para las que el sabor de una manta es el sabor a estar caliente
Para ganar dinero mañana.
Y, lo más importante,
Son las pastillas que tenemos ahora en la mano.
Me resulta gracioso la forma en cómo vomitas en la alfombra.
En cómo buscas otro aire.
Tan gracioso que vomito de la risa,
Que vomito de la risa,
Y mi vómito se funde en la alfombra con el tuyo.
Es lo más romántico que te diré nunca.
Lo primero que haces cuando vuelves a respirar es besarme entre los dientes,
y me da igual que sepas mal,
porque sé que con los dientes limpios sabrás bien.
Y te ayudo a levantarte para ser yo el que se caiga,
Y tú no puedes ayudarme a levantarme porque no sabes dónde estás.
Cuando anochece y hace frío, ahora ya volvemos a ser nosotros, porque el frío
Eriza nuestros brazos y acelera el ritmo cardíaco,
Y la droga fluye más rápido y se consume antes.
Nos sentamos en el sofá para estar un poco más calmados,
Y te abrazo lentamente para que sepas que te abrazo.
Ha sido una noche de mierda, ciertamente;
Una noche de mierda que nos encanta compartir.
Nadie llama a nuestro móvil y tenemos toda la noche para nosotros;
No nos quedan pastillas, no nos quedan pastillas ni nos queda comida.
Pero tranquila, nos queda una risa llena de odio.
Capítulo 2. Una mañana después de una noche.
Hoy ya es de día, quiéreme por primera vez en estas horas. Vamos a salir a buscar algo de comer, que tengo hambre.
El de la tienda de enfrente nos observa lentamente, y se plantea si llamar o no a la puta policía; es comprensible, dado que nuestra pinta no es lo mejor de nuestra vida.
Cogemos cuatro Cocacolas y unas bolsas de patatas. Pagamos con un billete de cincuenta, porque la droga la compramos en grandes cantidades. El de la tienda sigue pensando que llamar a la policía le va a salvar del charco de sangre detrás de la caja registradora, pero no sabe que nosotros no matamos. Nosotros no robamos.
Antes de irme me doy cuenta de que tienes la camiseta manchada de vómito. El de la tienda sigue mi mirada, ve la mancha, nos pide que nos marchemos ya. Nosotros sonreímos y nos vamos.
De vuelta a casa leemos algo de poesía en otro idioma, me parece que es checo. Me acuerdo de lo que hicimos al volver a casa aquella mañana después de aquella noche porque recuerdo lo mucho que te gusta no entender la poesía. Lo muy tremendamente irónico que te parece convertir un mensaje escueto en un larga retahíla. Lo interesante que suena el checo en la boca de alguien que no sabe pronunciarlo.
Era algo así:
Naše těla jsou vyrobeny z vlny.
Naše životy jsou pohromou.
Nemáme vlastní nebo rukou;
ale máme rádi hliněné podlaze.
Luego nos comemos las patatas antes de que sea mediodía, y antes de acabarnos la bolsa ya nos estamos desnudando.
Y por la noche vamos a comprar pastillas, para que el día siguiente nos parecezca igual.
Capítulo 3. Hornos donde ardemos cuando estamos muertos.

Sigues igual de viva mientras entras en las llamas.
Y las llamas son azules durante cinco breves vidas.

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