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domingo, 8 de mayo de 2011

No leas esto (2).

Ya he perdido las ganas de escribir.
Porque no puedo escribir a tus labios ni a tus manos.
Ya he perdido las ganas de escribir.
Porque no puedo escribir a tus besos
(que no conozco)
ni a tus suspiros
(que no he escuchado)
ni a tus cariños
(que no son míos)
ni a tus desprecios
(que no son despecho).
Ya he perdido las ganas de escribir.
Porque no puedo escribir a tu piel ni a tus ojos ni a todos los mundos en los que no quiero vivir sin ti.
Porque todos son razones para abandonar mi profesión.
Todo son razones para saltar desde un tejado,
alto,
con plantas,
quizás con vistas a algún río.
Todo son razones para huir.
De qué, dirás.
De ti
y de tu sonrisa y de tus labios y de la forma que tienes de mirar cuando no estás enfadada pero pretendes estarlo y de tu risa y de tus manos y de tus abrazos y del olor que tiene tu cuello justo donde el pelo roza la barbilla y de la forma de tus gafas y de los pantalones ajustados de Hugh Grant y de PoP y de las putas, las putas, las putas estrellas que se creen interesantes y se creen imprescindibles y se creen misteriosas pero no tienen ni puta idea de lo que es, no lo saben, mirarte los ojos.
Porque mirarte a los ojos es mirar cada muerte de este mundo, y cada momento de vida que salpica nuestros días.
Y yo no quiero más cielos ni estrellas ni más gilipolleces de estas.
Quiero poder despertar cada día y prepararte tostadas y reírme del poquito de mermelada que se te quede en la nariz.
Y no puedo.
Así que, todo son razones para huir.
A Nueva York, a Praga, quizás a Barcelona.
A Praga, a Barcelona, quizás a Nueva York.
A Barcelona, a Nueva York, quizás a Praga.
Huir y emborrachar y destruir e incendiar y perecer enterrado en una montaña de versos malos fabricados por mí mismo.
Porque aquí, ahora, sin tu cielo,
sin tus ojos,
escribir no tiene sentido.
Ya he perdido las ganas de escribir,
porque escribir era mi vida,
y te he perdido a ti.

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