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sábado, 7 de mayo de 2011

No leas esto.

Apoyados en un coche sin mirar a ningún lado,
escuchando una canción ochentera en una película,
destrozando el parachoques de algún coche en una rotonda,
apoyados en un coche mirando las estrellas.
Abrazados un segundo,
imposibles todo el tiempo.
Imposible, qué palabra.
Qué real y qué común.
Apoyados en un coche mirando las estrellas,
abrazados sin mirarnos,
concentrados en no hacer.
Apoyados en un coche mirando las estrellas,
escuchando jazz de fondo,
escuchando rock de fondo,
escuchando Argentina de fondo,
escuchando revoluciones de fondo,
escuchando tu respiración al lado.
No consigo definir cómo sé que sigo vivo,
ahora, aquí,
mientras escribo esto,
después de estar apoyado, hace una hora,
en un coche viendo las estrellas.
No consigo definir cómo sé que sigo vivo,
ahora, aquí,
sin sonrisas y sin insultos de provincia.
No consigo definir cómo sé que sigo vivo,
ahora, aquí,
si no puedo sonreírte y regalarte una canción o estas palabras.
Da igual ya que esto siga,
que yo escriba,
que lo alargue.
Da igual que diga que ese cielo no es tu cara.
Que no son tus ojos.
Que no es tu nariz fría y fría y fría y fría.
Que no son tus manos dulces y frías y frías y frías y frías.
No consigo definir cómo sé que sigo vivo,
sin ti,
apoyados en un coche,
sin ti, vivo,
aquí.

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